miércoles, 24 de febrero de 2010

Senado

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Como un preludio de lo que se avecina en el senado de la nación hoy se resolverá la situación conforme a la distribución de fuerzas dentro de las comisiones en el senado.

Como todos hemos aprehendido luego de la votación de la 125 el vicepresidente de la Nación es el presidente de la cámara alta. Ésta, por lo general es una posición que tiene como principales funciones la de la dirección de las sesiones, sin demasiadas injerencias en la votación final de los proyectos de ley.

La historia no nos brinda otro ejemplo de votación donde el vicepresidente haya tenido que hacer uso de su potestad constitucional de desempatar. Recordemos que dicho funcionario no puede votar los proyectos, salvo en caso de igualdad de votos.

Con la jura de la senadora Norma Morandini, de quien tengo un grandísimo respeto y admiración, comienza hoy un período parlamentario donde la figura del vicepresidente podría asumir un rol protagónico.

Supongamos que la realidad política no tiene la dinámica que los politólogos pretendemos otorgarle. Supongamos que las fuerzas en la Cámara de Senadores quedan distribuidas de la siguiente forma: 37 Senadores de la oposición y 35 Senadores del oficialismo y sus aliados.

Esto presupondría no solo que las votaciones ya estarían definidas de antemano, sino también que el vicepresidente no participaría de las grandes decisiones.

Ahora, esto no es real. No se puede pensar la realidad política como un momento cristalizado. No se puede pensar la realidad política en términos de 37 a 35 como un compartimento estanco donde dichos números no podrán cambiar.

El kirchnerismo ha demostrado una gran capacidad para generar diferencias, incluso dentro del mismo peronismo. Sin embargo me atrevo a pensar que el dicho radical “que se doble, pero que no se rompa” se puede aplicar a la actualidad del Partido Justicialista.

El oficialismo cree que puede seducir a distintos senadores del justicialismo disidente según sean los proyectos o los beneficios de que se trate. Esta es una lección que saben de memoria en el bloque kirchnerista.

Esto Julio Cobos lo sabe. Tal vez su votación a favor de la posición del gobierno sobre la remoción de Martin Redrado no haya sido otra cosa que un ensayo para saber cómo reacciona el sector de la opinión pública que ve con buenos ojos que el vicepresidente vote contra el gobierno.

Cobos imagina un escenario donde existe una buena posibilidad de que deba hacer uso de su poder de voto, de desempate. Cobos piensa un paño donde su posición se vuelva la más relevante dentro de la Cámara. Cobos sueña con una campaña presidencial desde su sillón en el Senado, una campaña libre de costos y con todo por ganar.

Si la ambición política de Cobos es ser Presidente de la Nación, sucediendo a Cristina Fernández, estos dos años se le presentan favorables a su interés.

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